¡La importancia de la experiencia es inmensurable! Pero, ¿qué significa realmente experimentar?
Es mucho más que simplemente vivir un momento; Es abrirnos a lo nuevo, a lo desconocido, y permitir que esas experiencias transformen nuestra vida. Es como construir un mapa en nuestra mente y en nuestro cuerpo, uniendo lo que ya hemos vivido con lo que estamos experimentando ahora.
Pero no es solo pasar por algo, es también reflexionar sobre ello, sentirlo en lo más profundo de nuestro ser y permitirnos ser transformadas/os por ello. Es rumiar la novedad, acoger lo diferente y encontrar su sentido en nuestro mundo interior.
Ese “rumiar” es acoger lo distinto, lo que te ofrece el otro, el entorno, e integrarlo. La experiencia implica pensar, sentir, emocionar-se, es decir, «pesar», y so-pesar en nosotros lo nuevo, interrogarlo, explorar sus sentidos.
Cuando experimentamos, no solo estamos viviendo el momento, también estamos creciendo, aprendiendo y expandiendo nuestros límites. A veces, esas experiencias son tan poderosas que cambian el curso de nuestras vidas para siempre.
Cada experiencia es una oportunidad para crecer, para ser más auténtica/o, más completa/o.
“Tener experiencias” significa acoger y elaborar en un mapa de sentido antiguo (o ya vivido) un fenómeno o dato nuevos. Para ello se requiere tiempo.
Sin “rumiar” la novedad no hay experiencia. Ese “rumiar” es acoger lo distinto, lo que te ofrece el otro, el entorno, es encontrar su sentido. Es incorporar lo nuevo a lo ya vivido. La experiencia implica pensar, sentir, emocionar-se, es decir, «pesar», y so-pesar en nosotros lo nuevo, interrogarlo, explorar sus sentidos. Sobre todo, cuando la experiencia es tan novedosa que ya es difícil o imposible encontrar un orden según nuestras coordenadas anteriores. Eso son los acontecimientos, es decir, experiencias que nos cambian la vida.
Experimentar, por tanto, es elaborar, es acoplar en nosotros mismos, en nuestro territorio interior, un acontecimiento nuevo.
¡Vive, siente, experimenta!
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